El pasado
miércoles para muchos sería un día normal. Te levantas, aseas, desayunas, todo
el día en el trabajo o estudiando, un rato de descanso por la noche y a dormir.
Para algunos era un día rutinario pero con ligeras diferencias… porque era un
día diferente: el día de las personas con Síndrome de Down.
Estas
personas tienen un extra de sonrisas cada día, una capacidad que tienen de
contagiar felicidad y alegría por donde pasan, por su manera de ver la vida,
siempre de color de rosas aunque todo ahí fuera esté patas arriba.
Además
desprenden cariño, superación desde el minuto uno, con lo que luchan, ellos y
los que le rodean, por demostrarnos que pueden con todo, con todo lo que se
propongan.
Quizás los “diferentes”
somos nosotros, por no ser como ellos, por no
ponerle esa actitud que ellos saben ponerle a todo. Quizás no haya diferencias,
o sí, pero quizás debamos aprender que nadie está arriba o abajo, que estamos
todos en el mismo nivel, con las mismas oportunidades y con las mismas ganas de
ser grandes y felices el día de mañana. Y de hoy.
Yo me quedo con su bondad, su cariño y su
amor. Porque al fin y al cabo, eso es lo que cuenta. Y es que creo que somos nosotros los
que debemos aprender de ellos,
nos irá mejor.
Porque no es sólo un
cromosoma de más. Es de todo.
FUENTE: EL MUNDO
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